Desgarra, Patria mía, el manto que vilmente,
levanta ya del polvo la ensangrentada frente,
y entona el himno santo de unión y libertad.
¡oh tú, la predilecta del mundo de Colón!
Tu rango soberano dispútale a la historia,
demándale a la fama tu lauro y tu blasón.
te labren de virtudes grandioso pedestal,
do afirmes para siempre la poderosa planta,
mostrando a las naciones tu título inmortal.
se mezclen a los tuyos mis himnos de placer;
permite que celebre tu dicha y tu contento,
cual lamenté contigo tu acerbo padecer.
haciéndote instrumento de su venganza cruel;
por cetro te pusieron el hacha del verdugo,
y fúnebres cipreces formaron tu dosel.
por playas extranjeras llorosos divagar;
y tristes y abatidos los ojos moribundos
te ví volver al cielo cansados de llorar.
lloré tu desventura, lloré tu destrucción,
así cual de sus muros la ruina y el estrago
lloraron otro tiempo las hijas de Sión.
Y sabes que, cual ellas, colgué de tus palmares
el arpa con que quise tus hechos discantar,
porque al mirar sin tregua correr tu sangre a mares
no pude ni un acorde sonido preludiar.
con santo regocijo descuelgo mi laúd,
para decir al mundo, si te juzgó vencida,
que, fénix, resucitas con nueva juventud;
y por dosel tu cielo de nácar y zafir,
y vas con el progreso, que vuela a iluminarte,
en pos del que te halaga brillante porvenir;
y juran devolverte tu angustia dignidad,
y entre ellos no se encuentran ni siervos ni tiranos,
y paz y bien nos brindan unión y libertad.
prepárate a ser reina del mundo de Colón:
tu rango soberano te guarda ya la historia,
la fama te presenta tu lauro y tu blasón.
1874
Fuente: Poesias Completas
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